Día cero

Te echo tanto de menos, que en mi reloj aun es ayer.

En el mundo hay un hueco para cada persona. Cuando dos personas se enamoran, se vuelven una, el lugar que ocupan pasa a ser sólo uno, y en él cabe el universo. Por el contrario, cuando alguien falta su espacio se vuelve un agujero inmenso y aterrador para quien lo contempla. Lo llaman ausencia. A veces son ausencias elegidas y, otra veces , involuntarias. Pero nada da más miedo que ese vacío. Intentamos pasar de puntillas sobre él, disimularlo con otros cuerpos que no consiguen llenarlo, adornarlo con flores que terminan marchitándose. Sin embargo, lo más curioso de todo esto es que no nos damos cuenta de que el olvido es una trampa, un mecanismo de autodefensa, la salida más fácil, un mal homenaje. No debemos forzar el olvido de quien una vez nos cedió su sitio, sino aprender a volver a ese lugar sin angustia e intentar regresar ilesos. Volver, si acaso, con una pizca de tristeza que celebre aquella felicidad tan lejana.

Aprender esto y ponerlo en práctica requiere tiempo, distancia y ganas. Yo sólo sé que donde estaba yo ya no cabía, por más que me aferrara a su mano e intentara esconderme entre su cabello. No había hueco para mí, y salir de aquel lugar fue una lucha contra mi propio cuerpo que, finalmente, me dio más fuerza de la que me había arrebatado.

Hoy he vuelto al mismo sitio de siempre por primera vez. Pero nada es igual.




Elvira Sastre, Días sin tí


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