Piezas únicas

Anoche me lancé a las vías. No llevaba nada conmigo, no había carta, no habían últimas palabras, solo era yo con los mismos pantalones rotos en las rodillas y aquella playera blanca de cuello en V que siempre estaba en mi memoria.

Antes de que las luces llegaran a mi me pregunté qué pasaría, ¿dónde estaría mi última memoria? ¿a dónde habría de refugiarme ahora?. Por mucho tiempo siempre viajé a la misma imagen, una mañana fría, un ciervo en el bosque a través de la ventana gigante y un desayuno frente a mis ojos; ¿la calidez tuvo alguna vez una imagen diferente en mi memoria? claro que si, por supuesto que si, el anhelo de unos brazos abiertos a mi, siempre abiertos a mi, la ternura fundida en la esperanza de saber que por primera vez la medicina del alma, de los males, de cualquier discusión podría ser un simple abrazo; nos acostumbramos tan fácilmente a lo bueno, tan fácil olvidé que no habría brazos eternos para mi.

Una vez más, la tregua ya no existe.

La luz sonaba, aun si no fuese la luz, pronto, todo termina, pronto, todo desaparece.

Y yo vuelvo al origen, mi zima blue.




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