Avoir une vie de papier dans un monde de verre

   Entregar flores de papel para obtener disculpas de juguete, una vez, dos veces, tres; y poco a poco descubres que las flores existen, las hay reales, marchitas, de crepé, de nylon y dibujadas a crayón, pero lo que sigue manteniéndose inalterable siempre es la disculpa falsa escondida tras un gesto amable que al verse repetido una vez más en secuencia dolor/sanación deja de tener su significado de detalle hermoso, entonces pasa a ser una sonrisa en la mitad del rostro, la mitad que aun no ha acabado de quebrarse, la mitad que estira el brazo para colocar otra flor mas en su jardín de fe sin marchitar.


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