2:30 am

   Es de madrugada y alguien escribe un mensaje al aire, ¿Espera que llegue? ¿Tendrá un destinatario?. Sobrepasa los límites de escritura, debajo solo marca "1Kb" ¿Será eso demasiado?; sigue escribiendo, porque no importa el costo, quiere dormir, NECESITA dormir y sabe que para ello necesita escribir algo (a alguien), lo que sea. Dentro se oculta una verdad de doble rostro, de esas que es bien sabida por todos menos por si mismo.
Illustration for The little mermaid [fuente]

Ha llegado al final, un final interrogativo que no tiene respuesta ¿Hace énfasis así a lo imposible? ¿A lo inevitable?. No, no debe terminar así o parecerá que desea una respuesta y aunque pide a gritos mendigar cualquier migaja no desea en absoluto que le aviente un pedazo de pan o una moneda o nada; sabe que está haciendo mal, que está rompiendo el acuerdo intangible y tácito que fue tomado tiempo atrás, da giros en su cama y sigue escribiendo "Soy egoísta" había iniciado "me esforzaré." había terminado, si, quizá así era mejor ( o esa mentira era mejor).

Pánico. En el momento justo en que es necesario añadir una salida al mensaje se da cuenta que el número ya no está en su cabeza, ¡peor que eso!, lo escribe, lo mira, lo palpa, hay algo extraño, algo no cuadra, ¿y si no es? lo ha olvidado, lo ha olvidado ¿cómo pudo haberlo olvidado?; se le seca la boca y empieza a musitar ¿No podría ser de otro modo no?, un número aparece, un número distinto, cuánto más tiempo pasa cree que el segundo número meditado es el real y no aquel llevado por el impulso y cotidianidad del reflejo. No puede ser, decide rectificarlo pero los resultados son peores, salta a la vista que ya no está. Pánico ¿Dejarlo al azar?, no, no es el punto, el mensaje ha dejado de tener importancia, ahora todo radica en el número, en un simple número. Todo está a oscuras ¿Debería sacar entonces aquella bolsa de retazos? ¿Seguiría ahí?, de pronto siente que todo se está esfumando más, la rectificación, el número de su memoria, los pedazos.

Paranoia. Borra el mensaje, lo borra todo junto con su Kb de memoria almacenada, con el manos libres en los oídos se aferra a la última ¿esperanza?, marca el primer número posibilidad aquel meditado: buzón. ¡No hay duda! piensa, y le da más temor; no tiene caso ya pero aún así marca el siguiente número aquel reflejo irreflexivo: suena el primer tono. Cuelga sin esperar más ¿Qué está haciendo? ¿Qué continua haciendo?. 

El número se esfumó frente a su nariz, nada cambia ese hecho, ¿sería todo eso un inicio de la resiliencia?. (Más finales interrogativos sin respuestas)

Comentarios

  1. Yo nunca me atreví a marcar el número que encontré en mis agendas. Siempre tuve miedo...
    Y con el tiempo, dejé de saber cuál era el número pero sigo sin marcarlo... Y lo olvidé y olvidé muchos detalles importantes también.

    No sé...
    Ya me resigné porque estoy segura de que no me llegarán en sueños.
    ...

    Por cierto, ya sé la canción.
    La he puesto en mi blog, por si quieres escuchar.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Si escribes yo puedo escucharte.