Respiros al agua se vuelven burbujas salvavidas

Se escurren las letras de mis ideas y sabe a azúcar como dulce hastío. Pretendo dejar de pretender que no noto que ya lo estoy notando. Todo se vuelve cierre, cierre de vida, de mente y apertura de seres. Como el punto de amabilidad que llega a ser hartante y cuando los seres únicos se vuelven parte del firmamento mutando con el simple azul, pequeñas manchas que se funden a lo homogéneo y entonces solo quedan los puños desabrochados de una camisa negra que cuelga ente mis muñecas a deshilos aun conexos.

Me cuesta entonces confesar de nueva cuenta el asco que me produce la idea de cerrar la vida a una jaula grande o pequeña (sigo temiendo). ¿Y el temor de dónde nace? Dice el hombre que de no saber quién soy, de no saberme viva o muerta o simplemente verme, de no "yo". Y entonces temerle a la luz, a un cuerpo ajeno a la mente propia porque ni si quiera en ser me reconozco ante un espejo de mar. Incluso así las letras se pierden, se cuelan y terminan espolvoreando el callejón como migas de pan que dejo detrás para poder seguir y hallar el momento exacto en que empecé a no saber a dónde iba, pero el problema radica Mrs. puños negros desabrochados en que cuando decidí lanzar migas de letras por la acera ya no sabía a dónde iba o dónde estaba.

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