Mutismo.

"Qué diablo de Dios es éste que para enaltecer a Abel desprecia a Caín"

-Caín, José Saramago

Gira en mi cabeza: B-a-s-u-r-a. Todos estamos podridos.

"El otro lado no existe" dice el encabezado en mi cabeza con etiqueta "solo para locos". El otro lado es el hueco por el que me asomo cuando la mente es traicionada, no hay puentes, no hay caminos, no hay montañas. El otro lado es mi cabeza, lo son mis voces, lo es el ave moribunda y famélica que yace en el interior de mi pecho y ya no canta, el otro lado puede o no ser el cielo, puede no ser todo ahora el infierno, hay medias tintas, un mundo en paleta de grises. Con esto quiero decir que puede el otro lado ser el infierno mismo para quien este lado le sea algo más cercano al cielo o viceversa. 

Dicen que a cada paso descendemos un piso más hacia aquel Érebo, el trazo del camino está manchado con esa sangre maldita de los despreciados, aquellos que fueron tachados en su frente con la marca de Caín; yo prefiero la oscuridad, la noche, el austero vacío que inicia en la garganta y se amputa en cada poro a la simpleza, prefiero todo eso porque es eso lo que yace dentro.

Suena el murmullo de lo inexplicable, explotan las entrañas, el mundo podrido sonríe y te ve mientras los pensamientos se agusanan.

Pero todo se guarda dentro, en un refractario hermético llamado "molde de humano", lo cierto es que está aquí adentro gritándome "sálvame" chillando a intervalos "sácame de aquí".